Bajo el abrigo de Sierra Nevada, con pequeños pueblos blancos moteando el paisaje, se extiende la Alpujarra Almeriense con el río Andarax como arteria principal de la comarca, formando un fértil valle donde crecen huertas y parrales, que contrasta con las agrestes faldas de la Sierra de Gádor. El agua es un elemento clave en toda la Alpujarra, tierra bañada por los mismos ríos, fuentes y manantiales que enamoraron a los musulmanes hace más de mil años.
La historia de la Alpujarra tiene su momento más convulso durante la época de dominación musulmana, principalmente durante el siglo XVI, cuando se produce la sublevación de los moriscos ante las tropas cristianas de Felipe II.
Con la llegada de los árabes, en el año 711, se empiezan a tener datos históricos sobre la Alpujarra. En la época de los reyes de taifas, a partir del siglo XI, se produce el auge de la taifa de Almería, principalmente por su industria sedera, convirtiéndose la Alpujarra Almeriense en un centro productor de seda. Posteriormente, en el siglo XIII, el ámbito musulmán queda reducido al reino nazarí de Granada, que divide la Alpujarra en tahas (grandes municipios) y se construyen castillos en cada término municipal. Hasta hace bien poco, el cultivo de las moreras y los gusanos de seda ha gozado de gran importancia en la Alpujarra.
El día 2 de enero de 1492, Granada se rinde y Boabdil firma las capitulaciones. Se le concedió un feudo en la Alpujarra, con residencia a orillas del río Andarax pero posteriormente, en octubre de 1493, le obligan a marcharse estableciéndose en Fez (Marruecos).
Tras las Capitulaciones de 1492, los Reyes Católicos concedieron a la población musulmana el respeto de sus creencias, usos y costumbres, así como de sus propiedades, pero el reparto de tierras a la aristocracia castellana y la política intransigente del Cardenal Cisneros provocaron varias sublevaciones, siendo la más grave la ocurrida en el año 1500; este primer levantamiento fue sofocado con dificultad. Con el reinado de Carlos V, las relaciones se suavizan ligeramente, pero al llegar al trono Felipe II se vuelven a tensar las relaciones culminando con la rebelión de los moriscos en el año 1568 liderada por Aben Humeya, también conocido como Aben Omeya, el cual procedía de una antigua familia musulmana emparentada con los Omeya que se había convertido al cristianismo.
En los primeros meses de 1569 se estaban produciendo atrocidades por ambos bandos. En abril, toma el mando cristiano D. Juan de Austria, hermanastro de Felipe II el cual, después de varios meses de cruentos enfrentamientos, consigue sofocar la rebelión y se procede a la expulsión de los moriscos supervivientes (se calcula unos 80.000) a diferentes zonas de Andalucía occidental, La Mancha y Castilla. Unos pocos millares pudieron permanecer en la Alpujarra hasta la expulsión general del país, en el año 1610, bajo el reinado de Felipe III.
A partir de estas fechas se produce un retroceso general en toda la comarca y un fuerte olvido histórico; tan sólo se puede reseñar su activa participación durante la Guerra Civil española.