Guía Turística de Almócita

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En Almócita aún pervive su antigua historia árabe, tanto en sus calles como en su arquitectura urbana. La historia de Almócita corre pareja a la del resto de poblaciones de la zona. En el año 1570, Don Juan de Austria llegó a Almócita para negociar con los moriscos sublevados en la Alpujarra, celebrándose la paz bajo una encina en el Cortijo del Hadid, que desde entonces pasó a llamarse el “Cortijo de las Paces”.

El nombre de Almócita deriva de la lengua árabe Al-moaycata o Almavata, que significa “lugar de en medio”. Y es que precisamente esta localidad está ubicada en medio de dos pueblos: Beires al norte y Padules al este.

En cuanto a las actividades económicas de este municipio podríamos hacer un repaso desde la Edad Media, cuando había una industria de la seda y se criaban gusanos y se cultivaban moreras, que ya casi no quedan en la actualidad. En el siglo XIX también existió una industria minera del plomo. Al igual que en muchos otros pueblos de la zona de la Alpujarra se cultivaba la uva de mesa, la almendra y el olivo.

La gastronomía de este pueblo almeriense se adapta a los recursos que le ofrece la naturaleza, el clima y de acuerdo a las festividades que se celebren durante el año. Eso sí, la cultura alpujarreña se hace evidente en su recetario. Destacan platos como el potaje de hinojos, el potaje de trigo pelado o de acelgas, las migas, la fritada de conejo o las tortillas de collejas. Como postres es común saborear merengues y soplillos. Durante la Semana Santa es tradicional la degustación de los papajotes, preparados con harina, el potaje de bacalao con garbanzos, la tortilla de bacalao, los buñuelos, el arroz con leche y los borrachillos.